Innovación en la empresa (I)

Todos hemos oído alguna vez la clásica historia de aquella persona que va a un taller para que le hagan un arreglo. Después de un rato, el mecánico solo pone un tornillo y decide cobrarle 200 euros. El cliente se sorprende y se echa las manos a la cabeza. “¿Solo por este trabajo me cobras tanto dinero? ¡Esto podría haberlo hecho yo!”. Todos conocemos también la moraleja de la historia: el mecánico, en esta ocasión, no ha cobrado por el trabajo en sí, sino por el bagaje, por todo el conocimiento previo, su experiencia y su recorrido, que le han llevado a saber que ese era el problema, esa era la solución y era ese y no otro tornillo el que debía poner para solucionarlo.

Por algo será que el mecánico sí ha sabido dónde tocar y el cliente no. No cobra por el trabajo realizado, sino por saber hacer ese trabajo de forma eficiente.

El conocimiento es la nueva economía. La inversión en conocimiento incrementa la capacidad productiva y transforma productos, servicios y procesos. El know-how adquiere un valor fundamental en un mercado cada vez más especializado, exigente y flexible.

La innovación llega a través del conocimiento, de esa búsqueda de hacer las cosas de otra forma. Esa capacidad para no ofrecer lo que ya existe, sino de dar una vuelta de tuerca y otra más para crecer, avanzar y mejorar.

No nos basta con adquirir el conocimiento codificado que encontramos en los cientos y cientos de sitios especializados en las diversas materias, que gracias al desarrollo de las tecnologías de la información tenemos tan a mano. Se necesita, además, contar con las personas adecuadas en un equipo consistente, personas que aportan ideas innovadoras que se aplican a productos, servicios y procesos.

Definiendo innovación

Actualmente, la innovación es una necesidad. ¿Pero qué entendemos exactamente por innovación? Escapando un poco de la relación directa entre innovación y tecnología ─aunque esta tiene un claro protagonismo en gran parte de los factores innovadores─, y según aparece en el Libro Verde de la Innovación de la Comisión Europea, la innovación se considera como sinónimo de producir, asimilar y explotar con éxito una novedad, en las esferas económicas y sociales, de forma que aporte soluciones inéditas a los problemas y permita así responder a las necesidades de las personas y de la sociedad.

Innovar significa introducir modificaciones en la manera de hacer las cosas, para mejorar el resultado final. Así, una innovación puede ser desde una acción sobre el precio de un artículo para conquistar un mercado, hasta la mejora de un producto antiguo o el descubrimiento de un nuevo uso para un producto ya existente” (Ferrer Salat, 1984).

Lo cierto es que la innovación, tenga la definición que tenga, ejerce un claro efecto sobre la competitividad de las empresas, lo que, a su vez, influye directamente sobre el crecimiento económico y del empleo. Y, tal y como refleja el informe La Innovación: un factor clave para la competitividad de las empresas, existen otros campos de la innovación empresarial como pueden ser la organización interna, la capacidad estratégica empresarial, el diseño y la calidad, modos de comercialización, etc.

Para saber si una empresa es o no innovadora, podemos centrarnos en varios aspectos de su estrategia y de su acción diaria. Cabe destacar que I+D es parte de un trabajo transversal que puede afectar a cualquiera de las actividades que desarrolle la empresa. Y hoy en día, prácticamente todas las actividades que desarrolla una empresa son susceptibles de participar en el proceso de innovación.

El proceso innovador, además, puede implicar a otros seis campos de actividad:

  1. El reglaje de herramientas y la ingeniería industrial
  2. El inicio de la fabricación y desarrollo previo a la producción
  3. La comercialización de nuevos productos
  4. La adquisición de tecnología no incorporada
  5. La adquisición de tecnología incorporada
  6. El diseño

La cultura de la innovación

Para que la innovación se produzca y todos los agentes implicados encuentren la forma, el momento y el respaldo para llevarla a cabo, es muy importante que exista un ambiente idóneo, que propicie y promueva una verdadera cultura de la innovación.

La cultura de la innovación va mucho más allá de aportar ideas, soñar con hacerlo o hacer uso de las tecnologías de la información para acciones de comunicación y marketing (aunque estas pueden formar parte del proceso de innovación). Va también mucho más lejos que el hecho de instalar un futbolín en una sala de recreo y de ser una empresa supuestamente abierta y moderna. Requiere de un cambio más profundo, más coyuntural.

Esto quiere decir que deben existir los recursos suficientes como para poder transformar avances científicos y logros tecnológicos en nuevos productos o procesos comercializables. Así pues, el conocimiento, a pesar de ser la base fundamental del fomento de la innovación, no es el único requisito para hacer efectiva. El apoyo ha de ser transversal: educativo, económico, institucional, social, tecnológico…

Innovación con Realidad Virtual

La innovación afecta a todas las áreas funcionales de la estructura de una empresa. Y también nace desde cualquiera de los niveles:

  • Top-down: las ideas nacen del equipo directivo y las proponen para convertirlas en realidad.
  • Bottom-up: el flujo de ideas circula de abajo hacia arriba, a veces como solución a los problemas de los propios clientes.
  • Modo de divergencia: las empresas desarrollan sus propias herramientas y soluciones y, más tarde, acaban convirtiéndose en productos.

La innovación puede adoptar muchas formas y provenir de cualquier lugar. Es recomendable no estructurar demasiado la innovación, estableciendo solo un marco en el que trabajar, sin límites a la creatividad. La tecnología, pero también nuevas ideas alejadas a priori del negocio principal, suponen un halo innovador para una empresa.

Las grandes y las pequeñas, la innovación en las empresas no depende de sus tamaños ni de sus recursos económicos. Depende, más bien, de la capacidad de aportar al mercado soluciones y de trasladar el conocimiento y transformarlo en ideas tangibles, traducidas en la mejora de las soluciones aportadas.

 

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