Tener ideas es fácil. Emprender en cualquier parte del mundo comienza de la misma forma. Emprender en Andalucía no es diferente.
Cada día se nos ocurren decenas, cientos de ideas que nos parecen buenas en el momento de su concepción. Muchas de ellas son ideas de negocio, son el fruto de una experiencia o la observación, y de que reaccionamos ante lo que creemos que se podría hacer mejor o, al menos, de forma distinta. Tener ideas es fácil, todos las tenemos a diario.
Una idea por sí misma no tiene valor. Está en la mente, está en el aire. Las ideas hay que bajarlas a la realidad, trabajarlas, transformarlas en algo consistente. Es entonces cuando muchas de ellas se diluyen o mueren: no soportan el peso de los problemas, los peros y, en definitiva, el contacto con el mundo y el mercado actual.
Por este motivo, no todas las ideas llegan a buen puerto. Os contamos qué podemos hacer para aprender a seleccionar aquellas ideas que realmente tienen valor.
Cómo nace una idea de negocio
En primer lugar, la idea puede surgir de varias formas. Puede ser espontánea, como resultado de nuestra experiencia, el análisis de un negocio o mercado concreto, fruto de nuestra experiencia profesional o académica, o una idea ajena. ¿Y cuáles son las válidas? ¿Por qué nos decantamos por una en lugar de otra? En cualquier caso, para que podamos empezar a trabajar en ellas como negocio, nuestras ideas tienen que cumplir estos requisitos previos:
- Ser innovadoras: la idea tiene que incorporar un punto de innovación con respecto a lo que ya existe. Se trata de una solución novedosa que el mercado existente no ha contemplado.
- Ofrecer una propuesta de valor: hemos de saber responder por qué el consumidor elegiría nuestro producto o servicio y no el de la competencia, qué aportamos como valor diferencial, qué nos hace únicos, diferentes.
- Solucionar un problema: nuestro planteamiento está enfocado en aportar solución a una situación determinada, en dar respuesta innovadora a un problema.
- Dirigirse a alguien: al igual que en el punto anterior, satisfacemos la necesidad de un segmento de público determinado.
- Ser realistas: emprender significa tener una gran responsabilidad en un camino que requiere constancia y disciplina.
- Ser escalable: si creemos realmente en nuestra idea de negocio, hemos de pensar en su crecimiento, en que es extrapolable a solucionar esa misma situación en decenas, en cientos de potenciales clientes con la misma necesidad.
- Ser rentable: hemos de plasmar nuestra idea de negocio en números y comprobar cómo se obtienen beneficios con los recursos disponibles, los costes fijos y posibles costes variables.
Existen multitud de soluciones posibles que pueden significar el nacimiento de buenas ideas. Entre otras posibilidades, podemos invertir en productos o servicios y su innovación; sustituir uno de sus atributos o readaptarlos a nuevas situaciones; distribuir productos de terceros; generar experiencias diferentes; ofrecer un valor añadido; nuevos canales de distribución y compra; especializarnos en algo muy concreto; buscar nuevos usos; mejorar la usabilidad; romper el mercado; atacar a nuevos públicos objetivos; anticiparse a las tendencias; atender a cambios en la legislación… La lista es interminable, y hay tantas opciones como el tiempo que estemos observando el mercado. Pero lo que nos atañe en este post tiene más relación con el descarte de estas ideas una vez que la hemos elegido.
Análisis de la idea
Después del nacimiento y la elección de la idea y cuando hayamos comprobado que esta es consistente, el análisis en profundidad de los siguientes elementos nos ayudará a descartarla como proyecto o a seguir apostando por él:
- Proveedores: analizamos qué vamos a necesitar e investigamos dónde encontrarlo, sus costes, su disponibilidad y si podemos afrontarlo.
- Competencia: los competidores van a existir siempre, y eso no tiene por qué ser negativo. Al contrario, nos servirá de índice del mercado, para mantenernos alertas y buscar la excelencia. No debe ser un freno.
- Situación del sector: también es fundamental conocer a la perfección el sector en el que vamos a movernos, su evolución, las tendencias y las circunstancias actuales, de forma general.
- Clientes: se trata de, quizás, el punto más importante. Nuestro conocimiento del público objetivo ha de ser meticuloso, concienzudo y no dejar cabos sueltos. Los clientes van a ser el motor de nuestra empresa.
- Productos sustitutos: hemos de preguntarnos qué otros productos o servicios existen en el mercado por los que pueda optar nuestro cliente en sustitución del nuestro.
Una vez analizados estos puntos, y siendo conscientes de viabilidad de cada uno de ellos, podemos seguir trabajando nuestra idea de negocio. Si, por el contrario, alguno nos provoca un rechazo o un impedimento, una dificultad que no podamos salvar o nos presenta un problema al que no podemos dar respuesta, y después de trabajar en él no encontramos solución, quizás no es el camino correcto para emprender.
No obstante, lo ideal siempre es tener cerca a un mentor que nos acompañe y guíe en este punto crucial de nuestro proyecto. Un especialista con experiencia para no dejar cabo sin atar.
Fotografía: Helloquence